En la historia de las misiones que se efectuaron en el Oriente ecuatoriano, desde los años de la conquista hasta el siglo XX, existen religiosos audaces que se insertaron en las selvas, desde jesuitas y franciscanos, pasando por la invalorable presencia de dominicos, y entre estos tenemos al latacungueño Ezequiel Valladares y Soto. Que sin duda, al escuchar su nombre, éste no nos dice nada; sin embargo, cuando mencionados a Álvaro Valladares, la cosa va cambiando, especialmente cuando lo ligamos a las acciones de aquellos religiosos que trabajaron arduamente en favor de las comunidades allí ubicadas por siglos.
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Comenzaremos indicando que sus padres: Antonio Valladares e Isabel Soto, se casan en Latacunga, un 15 de abril de 1858, los padrinos son Salvador Gómez y Antonia Soto. El cura es Agustín Zeferino Enríquez. (Archivo Curia Diocesana de Latacunga, matrimonios 1853-1885, tomo 4, pags. 17 y 18). De los hijos de esta pareja, nos interesa por hoy el citado Ezequiel, que se habría bautizado en una de las parroquias de nuestra ciudad con aquel nombre un 2 de junio de 1869; debe haberse dado esta ceremonia bautismal, quizá en la parroquia de San Sebastián o San Felipe, pues se ha investigado en la Matriz y no lo tenemos allí, algún momento se profundizarán más las investigaciones en las parroquias citadas, en lo que corresponde a bautismos, matrimonios y defunciones.
El investigador guarandeño César Alarcón Costta, indica en una de sus obras que Valladares estudio en la Escuela de los Hermanos Cristianos (Diccionario Biográfico Ecuatoriano, segunda edición 2010, página 1124), sin duda es la escuela recién fundada en Latacunga en 1869, justamente el año en que nace nuestro biografiado, en tal virtud se lo puede considerar como uno de los primeros alumnos, de las generaciones pioneras en este centro de estudios, que inicio su actividad en un espacio que fue cedido por el colegio Vicente León en el local que fuera de los jesuitas. El tema de sus estudios primarios lo ratifica el investigador Oscar Ledesma Zamora en su obra “El pasado en el presente de Puyo” primera parte, edición de la Municipalidad de Pastaza, administración 1992-1996 (Página 58), donde menciona que la educación inicial la recibió en su hogar y luego en dicha institución, “que eran especialistas en formar y modelar a los muchachos de aquel tiempo”. Cabe mencionar que el autor Ledesma Zamora, fue alcalde del Puyo, conocido hombre público y muy cercano a la investigación histórica de su pueblo.
Pues bien, el bautizado cambia su nombre a Alvaro, cuando vistió el hábito de la Orden de Santo Domingo, entre sus compañeros cabe mencionar al historiador Enrique Vacas Galindo, que si bien era mayor a Valladares con cuatro años (pues nació en Cotacachi en 1865), la vida los juntó para seguir en el camino del saber, la evangelización y la investigación histórica, como veremos mas adelante. Dicho cambio, de Ezequiel a Alvaro, se habría dado en 1884 (quizá en homenaje a algún dominico de prestigio a quien él admiraba), es entonces que así fue conocido en adelante por sus compañeros de la Orden, su ingreso a dicha institución religiosa lo hizo un año antes (1883), y es en 1892 en que se ordena como sacerdote.
Para 1893, inicia su labor evangelizadora y de gran apostolado en la población de Macas, fundada por el latacungueño Eudófilo Alvarez Vega en 1914. Esta acción duraría cuatro años, que no deben haber sido fáciles para el novel dominico en sitios inhóspitos y con pocas condiciones sanitarias y de comodidad, pues en 1887 inicia su Vicariato General de la Prefectura Apostólica de Canelos y Macas (confiada a la Provincia Dominicana del Ecuador, según el mismo en sus “cartas”). Cuando uno da lectura a las misiones realizadas en aquellos años en las poblaciones de nuestro Oriente ecuatoriano, sin duda, quienes así lo hacían se merecen el mayor de los respetos, eran verdaderos héroes con una audacia que no les apartaba la posibilidad de perder la vida en cualquier momento. Estoy seguro que Valladares se vio impulsado por la acción que vinieron realizando siglos atrás sus compañeros en la lucha de la evangelización de aquellas lejanas tierras de la Real Audiencia.
Una de las acciones más relevantes de Alvaro Valladares fue la fundación, un 12 de mayo de 1899 de la parroquia denominada “Nuestra Señora del Rosario de Pompeya del Puyo”, esto lo predestina para ser un latacungueño inolvidable, especialmente en aquella ciudad, donde en uno de sus ingresos se ha ubicado su busto, del cual se tomó para una de las publicaciones del suscrito sobre Valores Humanos en Cotopaxi. En el Puyo existe una Unidad Educativa que lleva su nombre, fachada de la cual se ilustra en esta narración, además de la bien lograda escultura de Valladares de cuerpo entero y que también se ilustra hoy.
Un año después Valladares está en su ciudad natal Latacunga, en nuestro histórico Convento, se iniciaba el siglo (1900) y Alvaro tenía una buena experiencia en su carrera eclesiástica, sus primeros 8 años hicieron de él un hombre que daba impulso al desarrollo de su Comunidad. El templo y el Convento de los Dominicos en Latacunga, a finales del siglo XIX había recibido en 1894 un cuadro donado por el Padre Juan M. Riera, de la Stma. Virgen de Pompeya; y en 1897 en la administración del Padre Damacio Reyes, se realizan algunos trabajos de restauración y preservación del templo, dicho esto, hay que decir que para 1900 el Prior de los Dominicos en Latacunga fue el Padre Francisco Villalba por dos años; es importante señalar esto, pues se indica en la semblanza publicada por el citado investigador César Alarcón Costta en su diccionario, que Valladares fue Prior en el año 1900, sin duda quizá lo tomó de la obra del citado Sr. Ledesma Zamora (así lo indica en las fuentes utilizadas).
El listado de quienes se desempeñaron en calidad de Priores en Latacunga lo publica el talentoso dominico fray Domingo María Soto O. P. en su folletito titulado “El Convento de Santo Domingo de Latacunga”, Documentos para la Historia, Cuenca 1951. Lo que parece ser es que Valladares estuvo al servicio del Convento sin duda, pero no en calidad de Prior, que no eran sino, los Superiores o Prelados Ordinarios de un Convento o Monasterio, término “latino que significa “primero”.
Una frase anecdótica nos entretiene al recordar lo que a finales del siglo XIX se decía: “Si el prior juega á los naipes” ¿Qué harán los frailes?; es una referencia que reprende a los que dan mal ejemplo, debiendo darlo bueno (Diccionario de la Lengua Castellana, Madrid; 13 edición, 1889, página 812).
Según el diccionario biográfico citado, en su página 1124, se indica que Valladares esta para 1907 Definidor del Capítulo General de la Orden en Roma y que un año después, hasta 1912: Provincial de la Orden en Quito. Parece ser que entre 1908 y 12, fue nombrado Prefecto Provincial Apostólico de Canelos, exactamente con fecha 29 de julio de 1909. No solo lo tenemos como fundador del Puyo, sino además fundó la población denominada “Arapicos” ubicada entre Macas y Canelos, a orillas del río Palora, ahora parroquia rural de la provincia de Morona Santiago (donde se ubican las afamadas cascadas).
Estas fundaciones se dan en la historia, por seres humanos que conocen a conciencia las zonas, a sus gentes, sus costumbres y su entorno inmediato, y de eso estaba muy bien informado el latacungueño Valladares, que junto a sus compañeros, viajaron, recorrieron aquellas zonas y las vivieron, en tal virtud, se encargaron de promover su desarrollo, aún más, en tiempos muy difíciles como queda dicho, por ello, es más respetable y digna su labor colonizadora y evangelizadora, sin lugar a dudas, eran pues los “conquistadores” en el recién iniciado siglo XX.
Habría estado en calidad de Superior en Ambato, Cuenca y Quito. Y en 1925 nuevamente Provincial. Se escribe que para 1928, en la Presidencia Interina del Dr. Isidro Ayora, Valladares fue desterrado al Perú, se lo habría acusado de promover propaganda insurreccional. Llamaría la atención este acto de reacción del gobierno del Dr. Isidro Ayora, sin duda habría que conocer en detalle de las razones de su destierro; además si tomamos en cuenta que en 1928 el país evidenciaba acciones gubernamentales positivas, especialmente en aspectos de creación de nuevas y modernas instituciones, sean éstas públicas o privadas, se expidieron novedosas y progresistas normas y leyes que revelaban que el Gobierno estaba actuando bien; pero que pasó con Valladares Soto?, no lo sabemos por el momento, quizás aquellas antiguas “razones de Estado” que se daban en gobiernos como el de García Moreno y otros más, serían la causa, para que se haya mirado al latacungueño como un “estorbo” para los planes gubernamentales del Dr. Ayora, en fin, habría que auscultar algún momento el tema.
Sus últimos años, ya en Ecuador, se pueden evidenciar en la población de Baños de Agua Santa, en la provincia de Tungurahua, donde tenemos el templo muy bien decorado y visitado además, con pinturas del dominico Enrique Mideros, al igual que en los templos de Latacunga y Loja (el suscrito no conoce si los hay en otros templos). Según Revista Municipal de Latacunga, el fallecimiento del Padre Alvaro Valladares se habría dado en la población descrita en julio de 1939.
Lo mencionado se asevera con la publicación de una nota luctuosa, autoría del Dr. Miguel Angel Varea Quevedo, que escribe con el título “El R. P. Alvaro Valladares”, donde se puede leer lo siguiente: “Un sacerdote ilustre, auroleado con la virtud y el prestigio de largos años de eficiente apostolado, ha descendido a la tumba.
El Rdo. P. Alvaro Valladares, de los ínclicos hijos del Patriarca de Guzmán, que han difundido su evangélica doctrina por todo el orbe, ha muerto.
Religioso lleno de místicas virtudes, de amplio espíritu humanitario, asceta intelectual, de esos que adquieren ciencia profunda en largas veladas de asidua dedicación, fue el P. Valladares.
Fisonomía atractiva, organización robusta, palabra fácil y vehemente; sosiego espiritual, carácter reflexivo y severo, con un matiz de selecta cortesanía, y alma vibrante de apóstol celoso, enamorado de su ideal.
Hombre docto, misionero abnegado, superior enérgico y discreto, profesor erudito, orador elocuente y comprensivo, ciudadano patriota, escritor galano y fecundo, y humilde sacerdote; tales las características del egregio latacungueño que ha abandonado la morada terrena.
La Orden Dominicana pierde a uno de sus mejores religiosos, la provincia del Cotopaxi a un distinguido y ameritado ciudadano y la patria en general, a un exponente culto y de mérito superior, que supo honrarla y enaltecerla.
Vayan nuestras sentidas voces de condolencia a todos sus familiares, a la Orden Dominicana, que le contó entre sus mejores representantes y a la Provincia del Cotopaxi que tuvo la suerte de ser cuna del eximio religioso”.
Este dato publicado en Gaceta Municipal (Número 493, de 31 de agosto de 1939, ano XVI, página 752) revela lo que fue Valladares, un latacungueño respetado, admirado y considerado por quienes sabían de su hombría de bien, de su “arcilla humana” netamente latacungueña, escrita por alguien que lo conoció como fue el Dr. Varea Quevedo.
Cabe mencionar que Valladares tuvo familia inmediata en Latacunga, solo citar un ejemplo por el momento, su sobrino Juan José Alberto Semanate Valladares, nacido en la parroquia de San Felipe un 8 de abril de 1893, era hijo de Luis Alejandro Semanate y de Encarnación Valladares, esta última hermana del dominicano. En tal virtud, cuando se expresan las condolencias a sus familiares, el citado Alberto tenía ya 46 años, fue Concejal de Latacunga y es el tronco familiar de los Semanate Karolys, Semanate Noroña y demás. Su afamado sobrino el científico dominicano Alberto Domingo, quien siguió los pasos de su ilustre tío, es a quien conocemos su biografía, acción y escritos.
Una breve semblanza de Valladares, titulada “Un latacungueño en el Oriente”, se publica en Diario “La Gaceta” de 13 febrero 1969; este artículo escrito y recopilado por el seudónimo “DE FORCE” (el suscrito desconoce el nombre del autor), recopila lo más elemental de la vida del sacerdote explorador en un resumen muy breve, con ocasión del Día del Oriente Ecuatoriano.
Valladares terminó sus días en tierra extraña, muy querida por él, como fue Baños de Agua Santa, pero que fue testigo de su talento, pues hay que saber que Alvaro Valladares habría escrito “Cartas sobre las Misiones Dominicanas en la Región Oriental del Ecuador”.
Esta obra que fue escrita en Baños en 1912, contiene 56 páginas de verdadera erudición en cuanto a datos históricos acerca de una labor misionera de siglos, y donde Valladares detalla con nombres y fechas, las extraordinarias acciones desarrolladas con aquellos “jíbaros” que eran indómitos por naturaleza, y a quienes los dominicos supieron mejorar sus condiciones de vida; conseguir esto conllevaba hasta conocer su idioma, sus costumbres y acoplarlos a la contemporaneidad de finales del siglo XIX e inicios del XX; allí el latacungueño escribe con pasión y firmeza de todos los hechos ocurridos en una sociedad oculta, que vivía sin vías de transporte, a lo cual, los misioneros ayudaron mucho para que se relacionen de mejor manera las comunidades que eran muy difíciles en el trato, aun con el peligro de la fama de reductores de cabezas en sitios mas recónditos, y de ello narra Valladares en relación al contrabando de éstas, que eran motivo de queja permanente y con quienes tenían que enfrentarse frecuentemente.
Realmente asombra la obra por su contenido, por los conocimientos obtenidos por el autor, por haber recopilado durante años, los datos históricos de estas poblaciones y de relacionarlas con otras como Baños de Agua Santa, a quien Valladares conocía a sus habitantes, de los cuales algunos lo acompañaron en sus labores diarias, además se encargaba se conseguir fondos para obra pública en favor de aquellos ciudadanos, que perdidos en el tiempo, eran favorecidos por ecuatorianos como Alvaro Valladares Soto, a quien, es de esperarse que desde hoy los ecuatorianos y los latacungueños especialmente, no lo olvidemos, es más, haremos respetar su memoria y esta pequeña recopilación lo hace de buena manera, más aún en esta edición especial de “La Gaceta” a los 204 años del Primer Grito de Independencia Política.
Finalmente, mi público agradecimiento a la Srta. Ing. Abigail Proaño Jarrín, quien ha tenido la gentileza de enviarnos las imágenes que ilustran el presente artículo.