Daniel Simancas, nacido en 1983 en Latacunga, alcanzó una de las distinciones más importantes del ámbito científico: integrar el selecto grupo del 2% de investigadores más citados en el planeta, según un estudio elaborado por la Universidad de Stanford en colaboración con Scopus. Esta clasificación internacional destaca a los científicos cuyas investigaciones generan influencia real en la construcción del conocimiento mundial.
Proveniente de una familia ligada al servicio en salud, su padre, Telmo Simancas, médico, y su madre, Gloria Racines, enfermera, creció en un ambiente marcado por la vocación humanitaria. Cursó sus estudios en instituciones de Latacunga, como la escuela Isidro Ayora y el Instituto Tecnológico Vicente León. Posteriormente, se formó en la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE), donde sobresalió como uno de los mejores egresados de la primera promoción de Medicina y Cirugía. Su preparación se complementó con especializaciones y estudios de posgrado en Colombia y España, donde obtuvo su PhD en Salud Pública e Investigación Biomédica.
Antes de consagrarse a la medicina, Simancas desarrolló una destacada trayectoria deportiva. Influido por su abuelo, el recordado arquero “Loco Racines”, jugó fútbol profesional en clubes como América de San Buenaventura y Deportivo Cotopaxi. También brilló en baloncesto, integrando selecciones provinciales y logrando campeonatos nacionales, así como una medalla de bronce en tenis de mesa junto a su hermano Darío.
En la actualidad, el Dr. Simancas ejerce como docente en varias universidades dentro y fuera del país y ha sido consultor para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Su aporte durante la pandemia de COVID-19 fue ampliamente reconocido, recibiendo distinciones como el premio Eugenio Espejo de la Federación Médica Ecuatoriana y un reconocimiento internacional de la OPS-OMS por su apoyo en los procesos de vacunación.
Su trayectoria profesional también ha estado marcada por el servicio en territorios remotos y vulnerables. Trabajó en hospitales como el Claudio Benati de Zumbahua y el Franklin Tello de Nuevo Rocafuerte, donde enfrentó desafíos relacionados con la desnutrición infantil, enfermedades tropicales y limitaciones estructurales. Allí consolidó una práctica médica basada en la ética, el humanismo y la creatividad.
Como investigador, sus estudios abarcan áreas de alto impacto como enfermedades isquémicas, cáncer en Ecuador, COVID-19, transfusión sanguínea, guías de práctica clínica y gestión de crisis sanitarias. Su producción científica es utilizada por especialistas en diversas partes del mundo, situándolo actualmente en el noveno puesto entre los investigadores más destacados del país en ciencias de la salud.
Casado con María José y padre de Rafaella y José Daniel, Simancas reconoce en su familia su motor permanente. Agradece a los mentores que marcaron su camino y mantiene como ejes de su labor la excelencia, la ética y la empatía hacia los pacientes; valores que, combinados con su producción académica, lo consolidan como uno de los cotopaxenses más influyentes en la ciencia internacional.
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