En una vibrante aula de la unidad educativa Narciso Cerda Maldonado, en el cantón La Maná, resuena la voz serena y firme de Virginia Cantos. Por 18 años, esta maestra ha dedicado su vida a transformar el futuro de sus pequeños estudiantes, guiándolos con una mezcla única de paciencia, amor e inclusión. Su vocación no fue casualidad, sino el resultado de una profunda experiencia personal: ser madre de un niño con Trastorno por Déficit de Atención (TDA).
“Sé lo que significa enfrentar este desafío, conozco la frustración y el cansancio, pero también la esperanza”, confiesa Virginia con una sonrisa que transmite calma. Lejos de ser un obstáculo, esta vivencia se convirtió en su mayor fortaleza. Le brindó las herramientas para comprender a los niños que necesitan una mirada diferente, más empática y humana. Hoy, ese invaluable aprendizaje la acompaña en cada clase, en cada juego y en cada palabra de aliento que entrega a sus pequeños alumnos de Educación Inicial.
La enseñanza de Virginia va mucho más allá de los números y las letras. Ella se enfoca en cultivar valores esenciales que no se miden con calificaciones: la confianza, la autoestima y el respeto a las diferencias. Sabe que un niño que se siente aceptado y valorado es un niño que puede aprender sin miedo. Por ello, su aula es un espacio donde todos tienen cabida, donde nadie es considerado “difícil” o “imposible”, sino simplemente único.
La mayor gratificación para esta maestra llega de forma espontánea: en la sonrisa de un exalumno que la saluda con cariño en la calle, en un abrazo inesperado o en el sincero agradecimiento de una familia. “Cuando un niño que enseñaste te recuerda y te abraza, sabes que hiciste bien tu trabajo”, afirma con orgullo.
No solo los niños aprenden de Virginia; los padres también lo hacen. Con su ejemplo, les enseña que el compromiso familiar es clave en la formación de los hijos. Les demuestra que el amor, la perseverancia y la comprensión abren puertas que la impaciencia cierra. Su mensaje es claro y poderoso: no hay límites cuando se educa con el corazón.
Virginia Cantos es mucho más que una maestra; es una guía de vida, una sembradora de valores y una constructora de futuro. Su historia es un recordatorio impactante de que educar es más que impartir conocimientos: es acompañar, comprender y abrir caminos para que cada niño pueda alcanzar su máximo potencial.
Mientras su voz resuena entre juegos y canciones infantiles, Virginia sigue sembrando esperanza en su comunidad educativa de La Maná. Y en cada uno de sus estudiantes, queda la huella imborrable de una maestra que eligió enseñar con amor.