Una de las características más relevantes del sistema democático, es la activa y permanente presencia de los partidos políticos para afianzar la institucionalidad; son los encargados de canalizar la auténtica participación de la ciudadanía y cumplir con las demandas de la gente. Estas organizaciones gozan, como corresponde, de la protección del Estado y están reguladas por la ley para actuar de manera plena. En sus estatutos constitutivos se contempla la organización, objetivos, ámbito de acción y demás detalles propias de este tipo de entidades.
El retorno a la democracia en 1979 vino aparejado con la expedición de la ley de elecciones que procuró la participación de partidos políticos que devino en la elección del presidente Roldós y de la otrora cámara nacional de representantes. La Izquierda Democrática inauguró las denominadas elecciones primarias para definir su candidato en elecciones venideras. Con el paso del tiempo los partidos políticos fueron perdiendo importancia e incluso desaparecieron, por obra y gracia de la legislación aprobada durante la década perdida. Hoy no existen propiamente primarias, sino shows de inicio de campañas.
Sin partidos políticos fuertes, adecuadamente estructurados, con definiciones claras en lo ideológico y programático, no se asegura la necesaria participación de la ciudadanía. La libertad de elegir no solo se define en las urnas: se expresa básicamente en la contienda interna de los partidos y movimientos para el escogitamiento de candidatos. Se trata de una especie de filtro antes de proponer nombres a los electores. Octavio Paz menciona con razón: “Una nación sin elecciones libres, es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos” y añade: “Sin libertad, la democracia es despotismo, sin democracia la libertad es una quimera”.
Estamos presenciando nuevamente la “dedocracia” que se manifiesta en la decisión autoritaria del caudillo, o dueño del kiosco donde su determinación suprema es la que prima, sin atenuantes. Esto no es propiamente libertad. Si hubiesen elecciones primarias y libres, no volverían a aparecer los personajes de cuarta que ya se desempeñaron como asambleístas, muchos de ellos carentes de preparación e idoneidad, sin haber aportado nada y más bien fueron serviles a intereses oscuros, y nada contribuyeron o hicieron para solucionar los problemas del país. De ahí que la asamblea nacional pierde cada vez más y más respetabilidad en la sociedad.
Gracias a la “dedocracia”, personajes que hacen gala de apoyar al dictador de Venezuela o que han colaborado con Chávez, aparecen como candidatos para las elecciones del 2025. No aceptan que Maduro perdió ámpliamente frente a Gonzalez, cuya oposición ha sido inteligente y valientemente conducida por María Corina Machado, mujer que será reconocida como la salvadora de su país. Su empeño y fuerza moral seguirán hasta vencer a los mentirosos del socialismo fracasado del siglo XXI en su país. Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de Estados Unidos de América, dijo: “La fuerza de la opinión pública es irresistible cuando se le permite expresarse libremente”. El pueblo venezolano habló y aplastó en las urnas al tirano.
Basta de insultar a la gente. No cometan el error de seguir votando por los designados a dedo, seguidores del “proyecto” chavista que ha hundido a Venezuela.