¡Ciudad sostenible y resiliente!

¡Ciudad sostenible y resiliente!

Mi emocionado saludo a la querida, admirada y respetada ciudad de Latacunga, en su fecha mayor. El 11 de noviembre de 1820 se enarboló la bandera libertaria y marcó el inicio de la emancipación política, importante acicate para mejores tiempos. Como homenaje a su historia y en aras de un futuro mejor, vale la pena pasar revista a ciertas cuestiones de interés en defensa de su gente, de su entorno y de sus valores. Latacunga se ha caracterizado por ser ejemplo de solidaridad, con gente de virtudes, de grandeza espiritual y desprendimiento en favor de las mejores causas. 

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Dado que las necesidades son cada vez mayores en la sociedad, las demandas de servicios básicos crecen de manera sostenida y los recursos disponibles son escasos y algunos pueden llegar a ser finitos. Asimismo, las vulnerabilidades y los riesgos de todo tipo están siempre presentes y en aumento, por lo que la sociedad civil en alianza con las autoridades tienen la obligación cívica y moral de trabajar conjunta y armónicamente para minimizar los efectos negativos que pueden presentarse.  En un escenario mundial, regional y local cada vez más complejo, es preciso mirar hacia adelante con responsabilidad, planificando su crecimiento de manera técnica y armónica, comprometiendo a la ciudadanía para que coopere en el efectivo cumplimiento de los planes y programas que se propongan.  

Al margen de cualquier consideración ideológica en varios aspectos, recordemos que el Objetivo 11 de la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas ONU, aprobada en el 2015, “pretende lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Las ciudades representan el futuro del modo de vida global. La población mundial alcanzó los 8000 millones de personas en 2022, de las cuales más de la mitad viven en zonas urbanas”. Nunca es tarde para arrimar el hombro y generar sinergias en pro de lograr avanzar para tener una ciudad sostenible de cara al futuro.

Por otro lado, el estudio de la ONU – Hábitat menciona lo siguiente: “A nivel global, todas las ciudades son vulnerables a impactos severos provocados por conmociones y presiones de origen natural o humano. Al día de hoy, las ciudades y sus habitantes se enfrentan a más desafíos debido a los efectos de la urbanización masiva, el cambio climático y la inestabilidad política”. Según dicho estudio, al 2018, el 50% de la población vive en ciudades y está previsto que esta cifra aumente al 70% en 2050. 

El cambio climático que se debate a nivel planetario, así como la inestabilidad política siempre será un factor perturbador en el afán de conseguir el desarrollo sostenible de las ciudades, por lo cual hay que crear verdadera ciudadanía para apartar ese mal de sus objetivos permanentes que se sintetizan en mejorar el bienestar de la gente. Se consideran ciudades sostenibles “aquellas que logran la plena realización de los derechos de sus habitantes, incluyendo el acceso a la vivienda, el acceso al agua potable y saneamiento, la seguridad alimentaria, la salud, la educación, la infraestructura resiliente, la movilidad y el derecho al ambiente sano para el desarrollo humano armonioso y respetuoso con la la naturaleza que habita e integra”.

Latacunga tiene en la actualidad 170.489 habitantes. Recordemos que allá por el año 1950 la ciudad apenas tenía 30.000 habitantes. El crecimiento ha sido importante, pero la tendencia de aumento es significativa. A esto se suma la migración de las personas desde lo rural hacia lo urbano, particularmente de las ciudades de la sierra centro fenómeno muy fuerte que debilita tanto a la ciudad como al campo. Se reconoce que “los agricultores son los héroes del futuro”, pues según Petar Ostojic “es el momento de que sean reconocidos como piezas clave en la transformación hacia un futuro más próspero y justo”.

Se habla mucho hoy en día del concepto de resiliencia, mismo que “describe la habilidad de cualquier sistema urbano de mantener continuidad después de impactos o de catástrofes mientras contribuye positivamente a la adaptación y la transformación”. Por ejemplo, la ciudad tiene la amenaza latente de una eventual erupción del majestuoso y admirado volcán Cotopaxi y sabemos que los efectos serían catastróficos en todos los órdenes. Hay planes para mitigar sus efectos; más, como los asentamientos se han incrementado, resulta indispensable tomar muy en serio las acciones que tiendan a minimizarlas.

Asegurar la calidad de vida de sus habitantes tiene que ser otro de los objetivos, es decir, velar por  su bienestar personal en materia física, social, psicológica,  dotando de los necesarios elementos para asegurarla. El agua, elemento vital, tiene que garantizarse teniendo en cuenta que la desperdiciamos de forma irresponsable. El campo merece ser privilegiado a través de políticas públicas, teniendo en cuenta que la agricultura y la ganadería, actividades muy sacrificadas, no han merecido la atención que requieren para garantizar la denominada soberanía alimentaria. 

El buen uso del suelo, la planificación de los centros urbanos para que se vuelvan más accesibles, peatonales, monumentos cuidadosamente tratados, es imperioso. El cuidado del medio ambiente es un compromiso ineludible que debe cumplirse a  cabalidad. La conservación de los páramos se hace ineludible para lograr la provisión de agua suficiente y combatir las sequías cada vez más frecuentes por aquello del cambio climático.

Por tanto, requerimos llegar a ser una ciudad sostenible, vale decir, aquella que logra minimizar los impactos o efectos ambientales propios de sus naturales actividades y en función a sus condiciones geográficas, sociales, económicas y culturales. En conclusión, no podemos dejar el futuro de la ciudad a la improvisación, la desidia y el quemeimportismo, en el entendido de que “futuro no es sino sinónimo del hoy que construyamos”.

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