Según Marco Karolis Baca, en su obra El Lenguaje Popular de la Fiesta de la Mama Negra, la ashanga es: “Cesta o canasta que sirve para guardar comestibles y otros artículos, que comúnmente se transporta en la espalda, como si fuese mochila, se elabora de carrizo o suro. En la Mama Negra de septiembre y noviembre, la estructura de la ashanga tiene forma de barril o cesta, para que puedan cargar en sus espaldas los negros Ashangas.
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En esta canasta se colocan y atan cuyes, conejos, gallinas, un chancho (todos estos adobados y sin cocimiento), botellas de licor, cigarrillos, billetes, panes, confites, banquitos de panela, frutas y en la parte superior un pavo de melcocha elaborado de una forma muy artística. Además la ashanga está decorada con pequeñas banderas de papel seda de vistosos colores, la imagen de la Virgen de las Mercedes (que puede ser un bulto o cuadro), y en lo alto la bandera del Ecuador y la de Latacunga; estos alimentos son llevados a la casa de cada prioste, al finalizar el desfile para prepararlos y serviles a los invitados. (…) La ashanga puede llegar a pesar más de doscientas libras, por lo que el Ashanguero debe ser una persona con buena condición física”.
Todos los que hemos nacido o vivido en Latacunga hemos visto alguna vez en nuestras vidas una ashanga, que desfila en las fiestas de la Mama Negra. Además, es uno de los elementos que más llama la atención de los turistas, y sobre el que siempre preguntan, pues ver algunos animales muertos en las espaldas de una persona disfrazada es algo que no se ve normalmente.
Pero como en todas las cosas que vemos, siempre existe un proceso anterior que permite que ese evento sea posible. En mi caso, recién a los 38 años de edad, pude vivir la verdadera expresión de lo que significa compartir una ashanga para la fiesta.
Hace algunos años, un gran amigo mío, a quien conozco desde el colegio, tuvo que afrontar la muerte de su hijo cuando este tenía doce años. Esa tragedia hizo que este amigo, junto a su familia, ofreciera a la Virgen de las Mercedes salir cada año en la Mama Negra. Y es así como, en uno de esos desfiles, nos encontramos y en la algarabía de la fiesta, sellamos el compromiso de salir el siguiente año. Así empezó un peregrinar que ha sido maravilloso y me ha hecho conocer la intimidad de esta fiesta, que no está al alcance de todos. Claramente, estamos hablando de la Mama Negra de septiembre.
En una reunión, mi gran amigo Leo me jochó la ashanga. A pesar de no saber leer ni escribir sobre este tema, acepté, con el compromiso de que me guiarían en todo lo necesario.
Claro en primera instancia necesitábamos el cerdo, y ellos me explicaban que la tradición expresa que se debe criar al chancho desde pequeño para luego proceder con todo el ritual, pero en mi caso al no tener un espacio apto para ello, ni saber mucho sobre crianza de animales, debíamos ir a comprar el puerco días antes de la fiesta. Y es así, como el día jueves, antes del desfile, nos fuimos a la feria de Saquisilí, me acompañó mi compadre Santiago, quien es ya más rodado en estos temas, para adquirir el animal, a las cinco de la mañana ya estuvimos en la feria, con dinero en efectivo para hacer el negocio, ya tipo 06:30 pagamos el porcino y lo subimos a la camioneta, inmediatamente tomé la foto para enviar al devoto, con la mala suerte de tomarle muy lejos, con lo que el cerdo parecía pequeño y al ver la foto, el prioste, dice que como esta pequeño hay que tener 12 gallinas, 12 cuyes y 6 conejos, para completar la canasta.
El día viernes a las 06:00 ya estaba el devoto en la casa, cuando le ve al animal dice, “si ha estado grande, de gana tantas gallinas y cuyes”, procedimos a matar al cerdo para eso llegó otro compadre, mi vecino y mi cuñado que saben de ese arte, y se procedió a realizar el delicado trabajo, se sacaron todas las vísceras y se despostó al puerco, que quedó colgado y se le puso abundante sal, aceite y achiote, para evitar que se dañe la carne y que se acerquen las moscas. Apenas llegaron se lanzaron voladores y una vez terminada esa faena, se brindó con un purito, para empezar bien el día.
A eso de las ocho comenzaron a llegar las mamás de las amigas quienes, con cuchillo en mano, empezaron a cocinar la chanfaina, plato típico que se come en la preparación de la ashanga.
A las cuatro de la tarde empezó a llegar toda la gente, sobre todo los ashangueros quienes ya conocen su arte y van llenado y adornando la canasta, con todos los implementos y alimento solicitados con anterioridad, como la cuerda, los palos para los cuyes y gallinas que también ya habían muerto y de la forma especial para que se queden con la boca y le pico abierto, respectivamente, los pimientos, el ají, los chupetes, las mandarinas, las banderas, las cintas, mallas, los tabacos y el licor.
Se contaba con la canasta metálica que se había adquirido con anterioridad, se empezaba por poner al chancho, una nueva pasada de sal, aceite y achiote; se empezaba a colocar en la cuerda los caramelos, los chupetes, los tabacos, el ají, los pimientos rojos, amarillos y verdes, en las mallas las mandarinas, mientras los mayores iban construyendo la ashanga, los niños jugaban en el patio de la casa.
Ya más entrada la noche se servía la chanfaina calientita para soportar el frío de la noche, con bastante ají y para tomar unas cervecitas y más noche algo más fuerte.
Estaríamos unas cincuenta personas, entre todos los que, al siguiente día, desfilaríamos, compartiendo ese ritual maravilloso, de realizar la alzada de la ashanga.
Para las diez de la noche, estuvo lista la ashanga, los ashangueros empezaron a probar el peso, viendo si faltaba equilibrar el mismo, al lado derecho o izquierdo, y así quedó listo el trabajo para el día siguiente.
El sábado a las ocho de la mañana ya estábamos en la concentración de nuestra comparsa, para entregar la ashanga al devoto, se realiza el ritual con palabras de agradecimiento, un baile de banda, un brindis con licor, varias loas y listos para salir.
Llegada la hora, la madre del prioste nos da la bendición y nos dirigimos al punto de partida, llevando la ashanga en camioneta.
Primera salida, hasta llegar al Calvario, los loeros vamos delante de la ashanga, abriendo paso y bailando con la banda de adelante, pues, el orden para salir será siempre ashanga, Comparsa y Banda, llegamos a la puerta lateral de la Iglesia de la Merced, donde el ashanguero, que está al momento, se arrodilla, pide la bendición, sigue adelante, bailando y dando vueltas, son varios ashangueros los que se van turnando para cargar la canasta.
Luego llega el momento de la verdad, la subida al Calvario, cuesta larga y empinada, se la sube generalmente con dos paradas, en ese momento se llena el de coraje y emoción y se da en sacrificio. Se dice que, si es muy complicada la subida, ha sido que los pecados cometidos han sido graves, es un momento de mucha emoción, donde los aplausos y gritos llenan de fortaleza al que carga la ashanga.
Se termina el desfile en El Calvario, frente al Monumento a la Virgen y ahí se camina a tomar la camioneta e ir a comer.
Luego del almuerzo, de hidratarse con agua, cerveza, vamos a la segunda salida, desde las tres de la tarde, ya no hay cuestas, pero el camino es más largo, y se termina en el Salto, tipo siete de la noche, que puede ser mas tarde según el número en el que tocó salir.
Día domingo a misa, y luego primera y segunda salida igual que el día anterior.
Ya por terminar el recorrido, se acercan y dicen que tú diste la ashanga, debes cargarla, con el frenesí de la fiesta, el calor del licor y la emoción de la gente que contagia la alegría, cargo la ashanga, al menos una cuadra, siento el verdadero sacrificio y no hay palabras para describir las sensaciones que he podido vivir, pero puedo decir que es una de las mejores emociones y sensaciones que he vivido.
Llegamos a concentración y se distribuyen los productos entre quienes cargaron la canasta: gallinas, cuyes, conejos, caramelos, mandarinas, pimientos, cigarrillos, botellas, todo lo entrega el prioste a quienes colaboraron, en esa ocasión tuvimos un ashanguero mayor, quien más a la noche me pidió que sea padrino de sus hijos y nació un nuevo compadrazgo, al son de la fiesta.
Se sigue bailando al ritmo de la banda, en agradecimiento por haber finalizado bien el desfile, y esperando muchas bendiciones para el año que viene.
A eso de las diez de la noche, llevamos el chancho, para que lo laven y lo cocinen, ya existen personas especializadas en esos menesteres, que están listos para recibir el cerdo y cumplir todo el proceso. Nos llamaron a retirar el chancho al siguiente día a eso de las cuatro de la tarde.
Para las seis de la tarde del lunes, nos volvemos a reunir, para lo que se llama la bajada de la ashanga, que no es más que compartir la comida, el chancho ya preparado acompañado de mote o papa, entre todos los que bailamos los dos días en honor a la santísima Virgen de la Merced.
Se recuerdan las anécdotas de los dos días de fiesta, todos los eventos sucedidos, quien se fue de copas y quien salió bien, los espacios complicados y los sitios en donde se encontró a los amigos, en general todo lo que había pasado y llamado la atención, claramente este año fue que se bailó con lluvia y sin luz.
Luego de todo el ritual, nos despedimos con un fuerte abrazo, será hasta el año entrante, y generalmente así ha sido con varios personajes, con los cuales solo nos vemos cada año en septiembre, los días de la Mama Negra.
Entonces puedo decir, que cuando das una ashanga, te toca: criar el chancho, matar el chancho, cargar el chancho, bailar el chancho y por último te comes el chancho; y, todo eso acompañado de los amigos y familiares, de ahí es el compartir de la ashanga.
Al siguiente año, Leo le dice mi esposa: “en un año más Nelson debe volver a dar ashanga”, a lo que mi ella contesta: “prefiero que salga de Mama Negra, que dar ashanga”, y como dicen las palabras tienen poder, y se cumplió la profecía, pero esa historia queda para otra oportunidad.
¡Viva Latacunga!