La Navidad, la pólvora y la afectación a los animales domésticos 

La Navidad, la pólvora y la afectación a los animales domésticos 

Durante la temporada navideña y de fin de año, el uso de pirotecnia se incrementa en distintos sectores del cantón Pujilí y en general, una práctica que, aunque tradicional para algunas personas, genera graves afectaciones en los animales domésticos, especialmente en perros y gatos.

Especialistas y autoridades locales advierten que los fuertes sonidos provocados por la pólvora ocasionan estrés, ansiedad, desorientación y crisis de pánico en los animales, pudiendo derivar en problemas de salud como taquicardia, temblores, lesiones por intentos de escape e incluso la muerte en casos extremos.

Además del impacto en el bienestar animal, el uso indiscriminado de pirotecnia representa un riesgo para la seguridad ciudadana y afecta también a niños, adultos mayores y personas con discapacidad, así como al ambiente, debido a la contaminación sonora y la generación de residuos.

Desde las entidades municipales se ha reiterado el llamado a la ciudadanía a evitar el uso de pólvora, recordando que existen normativas que regulan su comercialización y utilización, y que se realizan operativos de control para prevenir su venta ilegal.

Organizaciones de protección animal señalan que una Navidad responsable implica celebrar sin causar daño, promoviendo alternativas seguras y respetuosas que permitan disfrutar de las festividades sin poner en riesgo la vida y tranquilidad de los animales.

Las autoridades insistieron en la importancia de la corresponsabilidad ciudadana para construir una convivencia armónica, priorizando el respeto a la vida y el bienestar de todos los seres vivos durante las celebraciones navideñas.

En cada fiesta, en cada estallido de colores que ilumina el cielo por unos segundos, hay un corazón pequeño que tiembla en silencio. Los animales no entienden nuestras celebraciones, pero sí sienten nuestros ruidos. Y para muchos de ellos, la pirotecnia no es alegría: es miedo, desorientación, taquicardia, huida, pérdida… a veces incluso la muerte.

La Navidad habla de amor, de empatía, de ver al otro como un ser digno de respeto. ¿Qué tan coherentes somos cuando celebramos con aquello que lastima a quienes solo necesitan un poco de paz?

Los callejeritos no tienen un techo, no tienen una voz, no tienen un refugio donde esconderse del estruendo. Lo único que poseen es su cuerpo tembloroso y su necesidad de ser vistos.

Por eso, esta imagen nos llama a una verdad sencilla pero poderosa: hacer la diferencia no siempre cuesta dinero; a veces cuesta conciencia. Un plato de comida, una manta, un abrazo, un momento de compasión… eso sí transforma una vida.

En vez de llenar el cielo de ruido, podemos llenar la tierra de actos que sanan. En vez de lanzar chispas que se apagan en segundos, podemos encender gestos que dejan huella para siempre. Porque la Navidad no es un espectáculo: es un acto de humanidad, expresaron desde el colectivo Peluditos Pujilí.

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