Hace veinte años, un sueño se materializó en el corazón de Salcedo. Lo que comenzó como una pequeña clínica con apenas tres habitaciones y cuatro especialidades médicas, se convirtió con el tiempo en el Hospital Básico Central, un referente en atención y humanidad para toda la provincia de Cotopaxi.
El doctor Edwin Alarcón Fonseca, fundador y actual director médico, fue el encargado de dar la bienvenida. Con voz serena, habló de los orígenes del hospital que hoy, tras veinte años de historia, se ha convertido en símbolo de salud, esfuerzo y progreso.
Recordó con emoción el día en que, con apenas tres habitaciones y algunas especialidades básicas, nació la entonces Clínica Central. La falta de recursos no impidió que un grupo de médicos decidiera apostar por la salud de su gente. Fue gracias a un préstamo gestionado por el ingeniero Julio Mejía que el proyecto logró despegar. Ese primer crédito, que fue pagado con esfuerzo y puntualidad, significó la semilla que permitió equipar el hospital con instrumental médico y abrir sus puertas a la comunidad.
Hoy, dos décadas después, los frutos de esa decisión son palpables. Más de 6.000 cirugías han sido realizadas. Cada una, una historia distinta. Cada paciente, un nombre, una esperanza. El hospital no solo creció en número de camas, quirófanos y tecnología. Creció en corazón. Cirugías complejas como las oncológicas, renales o abdominales se han llevado a cabo con equipos de última generación y con manos expertas como las de la doctora Andrea Párraga y el doctor Víctor Jiménez.
La institución se transformó también en un espacio académico. Sus médicos comenzaron a publicar investigaciones en revistas científicas sobre casos clínicos que se convirtieron en aportes nacionales.
El tomógrafo adquirido recientemente fue un salto gigante en capacidad diagnóstica, permitiendo salvar vidas al detectar enfermedades graves en etapas tempranas.
La ambulancia con soporte vital avanzado fue otro hito. Desde su incorporación, ha trasladado a pacientes críticos a hospitales de mayor complejidad, demostrando que el compromiso del Hospital Básico Central trasciende sus paredes.
Sin embargo, el componente social no quedó rezagado. Campañas gratuitas de salud, botiquines donados, jornadas médicas solidarias y atención en barrios vulnerables marcaron la diferencia. No curaron solo cuerpos, también corazones.
En este vigésimo aniversario no hubo desfile, pero sí un conversatorio que invitó a la reflexión. El hospital no fue solo un edificio. Fue una escuela. Un espacio para aprender, enseñar y servir. Jóvenes médicos se formaron ahí, inspirados por el ejemplo de quienes hicieron de su vocación un acto de amor diario.
La celebración terminó con aplausos, abrazos y esperanza. Porque veinte años no se resumen en cifras, sino en las vidas que siguen adelante gracias a una decisión valiente tomada hace dos décadas. El Hospital Básico Central de Salcedo escribió un nuevo capítulo en su historia. Uno donde el futuro se vislumbra con más fuerza, más tecnología y, sobre todo, con la misma humanidad que lo vio nacer.