Revisa nuestra opinión “Otra vez el fraude”, por Alan Cathey. ingresa aquí Lo que ocurre en Venezuela, me obliga a decir cuanto me apena no haberme equivocado, pero era tan evidente el curso de los hechos, que nunca logré entender las esperanzas que las elecciones presidenciales venezolanas despertaron entre universos tan variados, desde la población venezolana a los diplomáticos y funcionarios que se prestaron para el repetido sainete electoral aceptando la buena fe de unos delincuentes. Se obnubilaron con la ilusión de un cambio, a través de unas elecciones democráticas. Cerrar los ojos a las experiencias, a la burla permanente de la dictadura, es el autoengaño repetido una y otra vez.
La dictadura venezolana ha recurrido siempre al fraude electoral, al controlar todos los poderes del estado, contra del concepto de su división. Adicionalmente, la dictadura ha cooptado a las fuerzas armadas, definidas como chavistas, a las que se mantiene fieles al régimen enriqueciendo a sus mandos por escandalosos negociados. Finalmente, ha constituido otro poder, la guardia de choque del régimen, esos paramilitares motorizados y armados, utilizados para aterrorizar al país y mantenerlo sujeto a través del miedo. Está muy clara la influencia del concepto que se estableció en Irán, a través de la Guardia Republicana, luego de la toma del poder por los clérigos iraníes, Guardia encargada de la represión a quienes alzan su voz contra la teocracia. A su vez, hay que ir a las raíces históricas de estos matones, en las organizaciones de “camisas negras”, desde el fascismo italiano, o las pardas del nazismo, grupos de choque para intimidar al pueblo. Tenemos que comprender la naturaleza del régimen venezolano, que se puede definir como uno que ha capturado un país como botín para una organización delincuencial, y que recurre a medios delincuenciales para mantenerse en control de los recursos.
Se incluye en ellos el narcotráfico, la trata de personas, la minería ilegal, la esclavitud, y claro, los regulares, como el petróleo, del que Venezuela posee las más grandes reservas del mundo. Aquí se ve con claridad la rapacidad de la dictadura, y su ignorancia administrativa para gestionar un negocio multimillonario.
El saqueo de PDVSA ha sido tal, que le arrebataron hasta los básicos recursos para operar y mantener los equipos requeridos para la explotación del crudo. De los 3,2 millones de barriles diarios que antes del asalto chavista producía, ha bajado hoy a unos 750 mil barriles, la cuarta parte. En esto se diferencian, por ignorancia, de una mafia profesional que gestiona técnicamente. Esta organización criminal enquistada en el poder, que controla todos sus instrumentos, incluida la información y su negación, que se beneficia de una riqueza descomunal, y que se sabe, además, impune de sus delitos, que incluyen crímenes de lesa humanidad, no va a aceptar abandonar ese poder y riqueza.
La dificultad para entender algo tan evidente, origina las decepciones y autoengaños que se producen dentro de Venezuela, y fuera de ella, entre los países y organizaciones internacionales, que suponen tratar con un gobierno y no con delincuentes. El último sainete electoral y el fraude habitual tiene una cronología y unos mecanismos tan evidentes, que es difícil comprender porqué sorprenden sus resultados. Recapitulemos.
-Hace más de un año, el régimen, ilegalmente cambia el CNE, por uno más a su medida.
-A sabiendas de que el 25% de la población está fuera del país, expulsada por un régimen incompetente, impide a toda costa que pueda ejercer su derecho al voto. De 5 millones de exiliados, apenas 70 mil, el 1,3%. logran registrarse.
-Arbitrariamente, se inhabilita a candidatos de la oposición de participar en los comicios pese a ganar las primarias democráticas de sus tendencias.
-Se impide la presencia de observadores que no sean cómplices reconocidos del régimen, y se expulsa a personalidades que llegan a para acompañar a la oposición.
-Durante la campaña, la dictadura utiliza los recursos del estado impúdicamente, desde medios públicos, a vehículos y presiona a los funcionarios para obligatoriamente, asistir a actos políticos.
-Durante la campaña, la dictadura hostiga de manera sistemática a la oposición, usando a sus paramilitares para intimidarla.
-Usando su poder, clausura los negocios que, de alguna manera apoyan a la oposición, sea dando alojamiento o alimentación a los dirigentes de esta.
-El dictador, en evidente acto de intimidación, declara a días de la elección, que si no gana habrá un baño de sangre en Venezuela. Con todas estas actuaciones, a quien puede sorprender que el CNE, que negó el acceso a los testigos de la oposición al conteo y a la elaboración de las actas del escrutinio en el 70% de los recintos, haga aquello para lo que fue designado, el fraude electoral previsto, única manera para ganar una elección en la que todas las encuestas con algún nivel de credibilidad, daban al candidato opositor entre 25 y 30 puntos de ventaja. La ingenuidad, al tratar con delincuentes de esa calaña, es un lastre, tanto para lo interno, como para quienes, desde lo internacional, asumen al régimen mafioso como contraparte, pues lo que eso demuestra, es complicidad. Para una negociación con Maduro, envíen a expertos en secuestros, o al FBI, en ningún caso a diplomáticos.