El mundo entero presenció el “fraude del Socialismo del Siglo XXI” montado en el hermano país de Venezuela, otrora el de mayor pujanza y solidez económica en Latinoamérica, gracias a las mayores reservas de petróleo del planeta. El origen de este “magnicidio” se remonta a 1989 cuando la caída del muro de Berlín, echó al traste el fracasado modelo comunista, de la mano de Mijail Gorbachov y acarreó el final del paternalismo que permitió a Fidel Castro sostener, con pinzas, el modelo de miseria que ha perdurado desde finales de 1958, en que sucumbió Batista a la revolución cubana.
En la desesperación de conseguir un padrino rico y tolerante, para mantener el modelo esclavista, explotador y fascista, el eterno emperador puso sus ojos en el vecino país, gobernado por una casta de avivatos que disfrutaban de la opulencia en el país petrolero más próspero de la región. Trazó una hoja de ruta y convocó a los otrora kamaradas de la revolución, en Sao Paulo, Brasil, para entregarles la tabla de mandamientos, que deberían orientar su acción en adelante. Diabólicamente genial, el plan contemplaba dejar las armas y acceder al poder por las urnas. Para esto, buscarían el voto en el pueblo angustiado por la falta de atención de los Estados, la pobreza, la falta de empleo, etc. que son comunes en los pueblos en desarrollo. Incrédulos, retornaron a sus territorios para iniciar un camino incierto.
Fidel se encargó personalmente de guiar los pasos del rebelde coronelito venezolano, que se entregó de cuerpo y alma a su maestro. La nueva corriente populista empezó a dar resultados. Hugo Chávez Frías ganó la presidencia en 1998, “sin saber leer ni escribir” entregando el poder a su mentor, que empezó a pasar factura por sus servicios, para mantener viva la llama del último reducto comunista en el mundo, re enlatado como Socialismo del Siglo XXI.
El fracaso más estrepitoso del mundo, ha perdurado 66 años en la isla caribeña, gracias a las acciones totalitarias ejercidas por la minúscula cúpula de seudo comunistas de conveniencia, admirados y protegidos por un club de corruptos, ambiciosos de poder, distribuidos estratégicamente en Latino América, como sucursales del fracasado modelo. Castro ha gobernado, detrás del monigote de turno, en un puñado de países hermanos, hasta la presente fecha.
Veinticinco años ha soportado el pueblo venezolano, la herencia satánica de quien hizo de una barba y un habano, el símbolo de la miseria, el fascismo, el populismo y la demagogia. Creó una estirpe de seres “inhumanos” responsables de niños, adolescentes, ancianos, que en condición de mendigos deambulan por el mundo, sin ilusión, ni comprensión del drama que viven. Se han convertido en genocidas, pues han sepultado los derechos naturales otorgados por el Ser Supremo, que tenemos todos los seres humanos.
El capítulo de infamia que presenciamos el domingo 28 de julio, es el más sanguinario de la época contemporánea, pues se asesinó la democracia, el derecho a elegir sus mandantes, a cambio de ser impuestos un monigote de la corrupción, la incapacidad, el autoritarismo y el comunismo fracasado. Más vergonzoso aún, es el respaldo incondicional que le han brindado colegas del SS XXI en Ecuador y toda la región, que les desnuda de cuerpo entero sus convicciones antidemocráticas.
El mundo demócrata debe ponerse de pie y demandar de las instituciones multinacionales, la toma de acciones contundentes y efectivas, para hacer prevalecer la voluntad popular, claramente manifestada en las urnas. Los genocidas deben ser llevados ante la justicia internacional, imparcial para pagar por sus crímenes. Nuestra incondicional solidaridad y respaldo a los hermanos venezolanos aquí y en todo el mundo.