Revisa nuestra opinión “No romanticemos a los hijos”, por Majo Rodríguez La sociedad nos ha convencido sobre la manera correcta de vivir. Desde niños nos enseñaron la importancia de estudiar una carrera prometedora para encontrar un buen trabajo; la necesidad de invertir en bienes como terrenos, casas, autos (mientras más, aún mejor); y lo trascendental de encontrar el amor para casarse y tener hijos… Todo aquel que logre estos parámetros es considerado como persona de bien y sinónimo de éxito. ¡Ay de aquellos que se desvíen de este trayecto! Son vistos con critica, pena y hasta burla.
Quizá sea cultural el estar preocupados más por los otros que de nosotros mismos. Y es que en el afán de enderezar el camino de quienes han tomado decisiones tan diferentes, no faltarán los consejos, las recomendaciones y los juicios. Por ejemplo, si una mujer en sus treinta o más años no se encuentra en una relación, ni mucho menos se ha casado; se la llama inmediatamente “solterona” y se le insinúa que se apresure a encontrar pareja porque “se le está yendo el tren”. Y aunque ella insista que es feliz con su vida, sobrarán los amigos o parientes que se ofrezcan en presentarle al amigo del amigo con tal de que encuentre el amor de su vida. Tampoco faltarán las sugerencias de que al menos tenga un hijo para que esté acompañada. “¡Cómo va a quedarse sola la pobre!”
Están también aquellas parejas que se han casado y que por a o b razón han tomado la resolución de no tener hijos. Son igualmente vistos con recelo y critica; al fin y al cabo, los hijos son el pilar fundamental de la familia, son ellos los que unen más a la pareja y dan sentido a la vida. ¿Cómo puede ser que no quieran tener niños? “Seguro cuando envejezcan, no tendrán quien los cuide.” Y es que, en base a la imagen romántica de la familia feliz, la sociedad nos ha convencido la necesidad de tener hijos; muchas veces como garantía de status social, desarrollo personal y felicidad.
Los hijos en efecto pueden ser razón de mucha alegría, pero no se puede dejar de reconocer que también implican grandes cambios y responsabilidades. Hoy más que nunca hay que tener presente que para traer una criatura al mundo implica una buena inversión de dinero en temas de salud, alimentación, educación, vestimenta y todo cuanto sea necesario para que esté bien, a grosso modo entre $80.000 a $300.000 desde el nacimiento hasta la adultez. Por otro lado, no basta con cubrir las necesidades físicas, también está el tema emocional, los padres deben disponer de tiempo y la estabilidad mental para acompañar a los pequeños en cada etapa de sus vidas. A ello se suman los desafíos actuales, tener un hijo hoy en día no es lo mismo a lo que vivieron la generación de nuestros padres y abuelos. Es importante encontrar el equilibrio entre el tiempo para el trabajo y la familia, así como también considerar el impacto de las nuevas tecnologías en los niños, los factores de inseguridad, una sociedad más distorsionada en temas de valores y las recientes preocupaciones con respecto a la salud mental.
Lo cierto es que hoy en día debemos dejar de pensar que el tener hijos es algo correcto o no. Tenemos que entender que si bien, implica grandes alegrías también significa desafíos a los cuales no todos están en condiciones de afrontar. No se trata de tener hijos porque sí o porque la sociedad lo dice; sino de una decisión PERSONAL. Dejemos de imponer y juzgar, al fin y al cabo, cada uno decide ser feliz a su manera.