De segunda mano

¡Que lance la primera piedra aquel que no tenga artículos sin utilizar! Sean prendas de vestir, equipos electrónicos, muebles, libros, enseres de cocina… siempre hay algo que se llena de polvo, por meses, incluso años, sin ser utilizados. Los guardamos con la ilusión de que ya llegará su momento. Conservamos aquellas prendas de vestir a la espera de lucirlas en la ocasión y clima adecuado, sin considerar que con el tiempo pasan de moda, se percuten, cambiamos de talla o simplemente nos deja de gustar. Lo mismo sucede con los otros tipos de artículos, se oxidan, se manchan o dejan de funcionar. Destinamos espacios, cajas, maletas y bolsas; invertimos tiempo y energía para guardar tantas cosas y nos frustramos cuando nos damos cuenta de que inevitablemente hay que tirarlas o regalarlas.

Queramos o no, deshacernos de tantos objetos representa una sensación liberadora pero también una pérdida de dinero. Por suerte, hoy en día en nuestro medio se han popularizado dos prácticas que, si bien no nos devolverán la inversión inicial, nos permitirán tener un beneficio a cambio: el trueque y la compra de artículos de segunda mano. Las redes sociales, las ventas de garaje, los locales comerciales especializados y las ferias, sin duda son los escenarios perfectos para ofrecer los objetos que ya no utilizamos y también encontrar aquellos que necesitamos a cambio de un valor mucho menor del que se ofrece en el mercado.

No hace mucho, se pensaba que el recurrir a los artículos de segunda mano era solo para encontrar objetos rotos o que no funcionaran, en el caso de la ropa era antihigiénico e incluso sinónimo de pobreza. Y es que claro, en una sociedad donde se admira lo nuevo, lo de marca y lo caro, ¿quién quiere admitir que compra a menor costo cosas que alguien más ha usado? Por fortuna los tiempos han cambiado y hoy son más los beneficios, donde se incluye el ser parte de la economía circular, la sostenibilidad y el consumo inteligente.

Ante esto, debo confesar que años atrás era escéptica y me resistía al hecho de vender o comprar artículos de segunda mano. Sin embargo, fue la única alternativa, cuando me encontré en el dilema de empacar en tan solo tres maletas toda mi vida para empezar una nueva en Chile. En un principio imaginé que sería una tarea imposible y quizá riesgosa, pero resultó ser todo lo contrario; a medida que publicaba en las redes sociales los diferentes artículos poco a poco se iban. Los nuevos dueños encontraron lo que necesitaban, mientras que yo pude aligerar las maletas y de paso tener un ingreso extra. Todos ganamos.

Las siguientes oportunidades, ya en Chile, resultaron igual de positivas. Por fortuna, a nivel global, cada vez son más las personas que se interesan por esta nueva práctica. Y es que el solo hecho de que aquellos artículos que estaban arrumados llenándose de polvo y con el riesgo de dañarse, puedan ser utilizados por alguien que realmente lo necesite, resulta sin duda una experiencia gratificante para las dos partes. Adicionalmente, rompemos prejuicios, extendemos el periodo de vida de los artículos, evitamos el desperdicio y creamos comunidad.

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