Latacunga capital mashca

Latacunga capital mashca

Este singular hecho, nos dio la oportunidad de presentar Latacunga al país. Nuestra generosa naturaleza, entorno, gente, ubicación estratégica, significación geopolítica y proyección productiva. Fue la mejor oportunidad para estrechar las relaciones político-administrativas entre nuestros habitantes y sus gobernantes, por intermedio de sus autoridades, mal o bien, elegidas democráticamente. Existen 222 GADs municipales y 24 GADs provinciales, cuyos ejecutivos gastan buena parte de su tiempo haciendo “lobbing” en la capital para lograr la atención a sus expectativas de financiamiento de obras, pago oportuno de los recursos asignados, participación en proyectos de inversión del gobierno nacional en su territorio y atención a los sectores estratégicos que pueden dinamizar la economía con inversiones públicas, privadas o concesiones. Estas gestiones pudieron abreviarse acortando las distancias físicas e ideológicas mientras se encontraba el centro de poder ejecutivo en el parque Vicente León, nuestra plaza de la independencia. Porque al asumir el cargo ganado en las urnas, los ejecutivos representan a toda la población, no solamente a quienes les votaron y deben priorizar los intereses de esa comunidad, dejando atrás los celos ideológicos que solo benefician a una minoría.

Lamentablemente, prevalecieron los intereses políticos de limitadas autoridades que prefirieron sacar provecho individual con miras a las elecciones venideras, capitalizando la oposición, que siempre es más cómodo, lanzando discursos de barricada que reviven las carencias existentes desde antes de la presencia de Cristóbal Colón en América. De lo poco que conocemos, no existió interacción del presidente de la República con nuestros “ilustres” gobernantes seccionales, dejando pasar una oportunidad única para estrechar los vínculos oficiales, como lo hacen países en litigio e inclusive en guerra, en búsqueda de una salida que beneficie a todas las partes. Pero es mucho pedir en nuestra débil democracia, gobernada por agrupaciones políticas miopes, egoístas, débiles, inmaduras, hambrientas de poder, antidemocráticas y caducas. Si acaso han servido para algo estos penosos eventos incendiarios, es para desestabilizar nuestra endeble existencia libertaria que nos legaron los héroes del 11 de noviembre, cuya memoria ha sido mancillada. Esta cruda prueba de incapacidad para evolucionar y dejar atrás el populismo que nos ha esclavizado desde que fuimos por primera vez a las urnas, nos “descertifica” como una democracia que avanza en pro de los anhelos libertarios de sus habitantes. Los centros de poder que gobiernan desde la calle, pretenden suplantar a los españoles que impusieron su cultura y religión con arcabuz en mano para apoderarse del botín que exigían por su liberación. 

Dejando estos penosos episodios en el archivo de las páginas negras de nuestra historia, es oportuno recordar lo que ha significado este rincón mashca en materia social y política. Antes de la llegada de los españoles en búsqueda de oro, de lo que conocemos, existieron asentamientos homogéneos que no dieron lugar a un mestizaje generalizado como ocurrió paulatinamente en la colonia. El gobierno era reservado para los emperadores, “hijos del Inti o Sol”, herederos del poder desde tiempos ancestrales. La clase proletaria era ampliamente mayoritaria. No existía ni siquiera el concepto de “Derecho individual” que ahora se reparte generosamente, sin responsabilidad, como capillos en ceremonia bautismal. Lo más cercano a una administración de justicia era la caprichosa e inapelable sentencia dictaba por la autoridad más alta de la comunidad involucrada, teniendo como referencia lo que ahora se conoce como el derecho consuetudinario. No cabían la resistencia, la protesta, la imposición de la voluntad popular ni la oposición de ninguna forma a la autoridad de turno. Cotopaxi era una provincia habitada por gente trabajadora, hermanada con el campo, que pastaba animales de crianza meditando en su triste realidad. Nadie podía osar en resistir las órdenes reales ni levantarse en paro u otra forma de imponer sus caprichos. Ahora constituye un Derecho individual. El Estado centralista proveía de las necesidades básicas, pero sin duda las necesidades insatisfechas eran muchas.

En la invasión española, frente a la superioridad bélica de los barbados acorazados, cobijados por la ingenua ignorancia de lo que ocurría, a los caciques de turno no les quedó alternativa que someterse a sus captores, que satisfacían con oro sus ambiciones, para liberar a los caudillos, sin beneficio alguno para el pueblo esclavizado desde hace más de mil años. Los invasores se apoderaban de las tierras comunitarias, cooptaban los poderes implantados por orden de su majestad los Reyes de España y emulaban las costumbres de sus pueblos originarios en nuestra geografía. Era una alienación cultural que, de a poco, impuso un mestizaje que ahora domina nuestra población. Aún estamos aprendiendo a vivir en la diversidad, en una democracia que no pasa del papel. Prevalece la ley del más fuerte, imponiendo el capricho de pocos, demagógicamente.

Latacunga ha sido históricamente el centro gravitacional político de la Sierra centro. La presencia de asentamientos de Panzaleos, Puruhás e Incas, mayoritariamente, lo demuestran. Latacunga era el granero de la Sierra central. Su trascendencia política no ha prosperado como debería ser por autoridades impuestas o elegidas, que han sido incapaces de reivindicar la prioritaria atención que merece por el potencial de esta capital provincial habitada por gente trabajadora, rodeada de una naturaleza pródiga, en una ubicación privilegiada, con una biodiversidad admirable, con abundantes fuentes de energía, que esperan ser aprovechadas racionalmente por los hijos de Dios que tenemos la bendición de habitarla.

¿Acaso vamos a salir de esta triste realidad, preservada como tesoro heredado de nuestros antepasados, secuestrando a todos quienes aspiran superar la pobreza por su propio esfuerzo, sin esperar limosnas del gobierno de turno? No hay duda que otros serían los resultados si se tomaría el camino de luchar constructivamente por objetivos claros que beneficien a muchos, de manera sostenible. Las nuevas generaciones de las clases indígenas tienen capacidad para analizar, entender y proponer soluciones reales. Deben abrirse paso en medio de los destructivos paros que deben quedar para la historia. Todos debemos aprender a vivir en democracia, respetando el derecho de los demás. Con motivo de recordar la gesta libertaria del 11 de noviembre, podemos honrar su memoria buscando los puntos de convergencia sobre los que podamos desarrollar un proyecto de provincia a largo plazo en un PACTO SOCIAL para el siglo XXI.

¡MADUREMOS EN DEMOCRACIA!

*Manco Inca: La Rebelión que Desafió al Imperio Español

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