La redacción de este artículo aniversario de la Independencia de Latacunga se realiza con el aporte de la familia de Guillermo y Héctor Terán Sierra.
Héctor Terán Sierra
Héctor Terán Sierra es símbolo del ciclismo ecuatoriano. Su vida demuestra cómo la disciplina, la perseverancia y el amor familiar pueden llevar a un hombre a superar las pruebas más duras y convertirse en un ejemplo vivo de entereza y superación para toda una comunidad.
Un Hogar Forjado en Sacrificio
Héctor nació en Latacunga, en un hogar que supo sobreponerse a la adversidad. La temprana pérdida de su padre dejó a su madre, Carmen Elisa Sierra, como único sostén de la familia. Con fortaleza admirable y amor inagotable, Carmen Elisa guio y educó a sus hijos —Angélica, dedicada a la agricultura; Guillermo, Alonso (+), Héctor y Rigoberto, respetados mecánicos industriales; y, Rodrigo, reconocido empresario— inculcándoles principios de trabajo, estudio y resiliencia que marcaron sus vidas.
Dice Héctor, que, aunque Carmen Elisa (su señora madre) ya no está físicamente, sus recuerdos, enseñanzas y valores siguen presentes en la vida diaria de sus hijos, nietos orientando sus decisiones y manteniendo viva la esencia de la familia.
Con gran sacrificio, fue ella quien, cuando Héctor tenía 13 años, le entregó su primera bicicleta, una Frejus italiana. Ese gesto se convirtió en la chispa que encendió su pasión por el ciclismo y el inicio de una historia que sigue inspirando a todos los que lo conocen.
Primeros Pedalazos
Con su bicicleta Frejus, Héctor comenzó a recorrer las calles y caminos de Latacunga, entrenando y soñando con ser un gran ciclista. No importaba el clima ni las limitaciones materiales; cada día era una oportunidad para mejorar.
En sus primeros años de competencia, además de rivales, enfrentó la falta de recursos e infraestructura. Muchas veces él mismo debía reparar su bicicleta para poder seguir entrenando. Su hermano Guillermo fue su mayor apoyo en esta etapa, lo acompañaba a las carreras, registraba los tiempos y cuidaba el equipo, convirtiéndose en su primer asistente y motivador.
Su debut nacional llegó en 1967, en la exigente ruta Los Andes (Riobamba – Segundo Monte – Alausí – Guamote – Riobamba). Allí, enfrentando rutas desafiantes y competidores de gran nivel, obtuvo los primeros lugares y demostró que no era un ciclista común, sino una promesa con resistencia excepcional.
Ascenso a la Élite del Ciclismo
Ese mismo año fue seleccionado para representar a Ecuador en la prestigiosa Vuelta a Chile, organizada por el diario El Mercurio. Durante las 15 etapas de la competencia, Héctor demostró una regularidad impresionante, se mantuvo entre los primeros lugares de la clasificación general, destacando por su fuerza en las etapas de montaña y su velocidad en los sprints finales. La prensa chilena lo calificó como “la revelación extranjera de la Vuelta” y muchos cronistas comenzaron a considerarlo un futuro campeón sudamericano.
Competencias Internacionales y Reconocimiento
En 1968, con 18 años de edad, participó en la prueba del Diario El Comercio y en varias competencias en Quito, alternando con ciclistas de renombre. Ese mismo año viajó a Argentina, donde compitió en una vuelta de 16 etapas, ganó dos y se ubicó cuarto en la clasificación general. Su destacada actuación le valió quedarse ocho meses en ese país, entrenando con el reconocido técnico Anselmo Zarlenga, quien perfeccionó su preparación y técnica.
El año 1967 marcó la proyección definitiva de Héctor en el ciclismo internacional. Su preparación en Argentina bajo la guía de Anselmo Zarlenga lo había convertido en un corredor más completo, con mayor estrategia y resistencia.
En 1969 compitió en la clásica Quito–Guayaquil, ganando tres etapas y consolidándose como uno de los mejores ciclistas del país.
En 1970 obtuvo el primer lugar en las pruebas selectivas de ruta y contrarreloj para los Juegos Bolivarianos, representando a Ecuador en Venezuela y Panamá, donde fue reconocido por autoridades y medios de comunicación como la gran promesa del ciclismo nacional.
El siguiente gran reto fue la Vuelta a Panamá, una de las pruebas más exigentes del continente. Héctor inició la competencia con un ritmo firme, dosificando su energía en las etapas iniciales y atacando con fuerza en las más duras. Etapa tras etapa, fue ganando terreno hasta llegar a la penúltima jornada como líder absoluto de la clasificación general.
Su desempeño lo colocó por delante de figuras de gran renombre como Omar del Río (Colombia), Raúl Alcántara (México), Héctor Roca (Panamá) y Mario Jurado (Colombia). La prensa panameña lo señalaba como el gran favorito y la afición ya lo veía como el inminente campeón de la Vuelta.
Vuelta a Chile, organizada por el diario El Mercurio – 1967.
El Día que Cambió su Vida
El 23 de julio de 1970 quedó grabado para siempre en la memoria de Héctor y de quienes lo vieron competir. Era la etapa final de la Vuelta a Panamá, la competencia que debía coronarlo campeón. Con ventaja suficiente sobre sus rivales, Héctor lideraba el pelotón, mientras la afición lo esperaba en la meta para celebrar su victoria.
La pista estaba mojada por la lluvia, más Héctor, fiel a su espíritu combativo, decidió atacar a falta de cinco kilómetros para llegar en solitario y levantar la bandera del Ecuador. Fue entonces cuando ocurrió lo inesperado: en la peligrosa curva de chevrón, su bicicleta perdió adherencia y salió disparado, cayendo violentamente y deslizándose hasta el otro extremo de la pista.
El golpe fue brutal, pero su espíritu de campeón fue más fuerte que el dolor. Entre el asombro de todos, se levantó, tomó su bicicleta y, apoyándose casi solo en una pierna, pedaleó hasta cruzar la meta. La multitud lo recibió de pie, aplaudiendo su heroísmo.
Los minutos perdidos le costaron el título que parecía asegurado. Las secuelas fueron graves: desviación de columna, fractura del cuello del fémur, vértebras comprometidas, complicaciones en el coxis y atrofia de varias arterias y músculos. Aquella caída puso fin a su carrera deportiva en el momento de mayor esplendor.
OJO QUE LO QUE VA ABAJO SON PIES DE FOTOS
| Año 1970: “Cuando llegó Héctor Terán de Panamá, con dirigentes del Ciclismo Nacional. Constan de izquierda a derecha: Sres: Anselmo Zarlenga (Entrenador argentino), D. M. Paredes (Vicep. Aso. Ciclismo), Sr. Héctor Terán | (Cilcista, recuperándose del accidente sufrido en esta competencia), Ing. Washington Moreno (Presidente Aso. Ciclismo Nasional), Sr. Dilo Cevallos (Presidente F.D.C.) y Sr. Alvaro Mesías (Presidente Aso. Ciclismo Cotopaxi.” |
Renacer y Fortaleza
Lejos de rendirse, Héctor encontró en su carácter y en el apoyo de su familia la fuerza para seguir adelante.
Durante diez años enfrentó cirugías, rehabilitación y dolor físico, pero también creció como ser humano. Hoy sigue activo y trabajando. Se ha convertido en mecánico industrial tornero, especializado en el mantenimiento de maquinaria agrícola e industrial, prestando servicio a empresas públicas y privadas. Es reconocido por su habilidad técnica, su compromiso y su disposición para ayudar a su comunidad.
Familia y Valores
Héctor formó un sólido hogar junto a Ligia Herrera, maestra de profesión y hoy reconocida comerciante en el área industrial. Ella ha sido su compañera de vida, su apoyo incondicional en los momentos difíciles y su aliada en la formación de sus hijos.
Juntos tuvieron cuatro hijos, a quienes educaron con los mismos valores de honestidad, disciplina y esfuerzo que heredaron de sus propias familias. Gracias a ese ejemplo, todos ellos se convirtieron en profesionales que hoy aportan con su trabajo al desarrollo de la sociedad.
Héctor es un abuelo presente y cariñoso, que disfruta compartir tiempo con sus nietos, transmitirles las lecciones que aprendió en la vida y motivarlos a luchar por sus sueños. La familia sigue siendo el centro de su vida y el espacio donde mantiene vivos los principios de unidad, respeto y trabajo que lo han acompañado siempre.
Héctor Terán Sierra legado y ejemplo
Su historia inspira hoy a jóvenes ciclistas, a trabajadores y a toda persona que alguna vez ha enfrentado dificultades.
La máxima que tiene Héctor es: “El verdadero triunfo no es llegar primero, sino levantarse y seguir pedaleando después de cada caída.”
Guillermo Terán Sierra
Su infancia
Por las empedradas calles del barrio La Merced, en Latacunga, un niño curioso descubrió que la libertad podía tener forma de dos ruedas. Cristóbal Guillermo Terán Sierra, a quien pronto llamarían con cariño “Sambito”, nació el 21 de mayo de 1943 en la casa construida por su padre Julio César Terán; muy temprano la vida lo enfrentó a la dureza tras la muerte de su progenitor y, su señora madre Carmen Elisa Sierra Sánchez se constituyó eje de un hogar marcado por la disciplina y esfuerzo. Su infancia transcurrió entre La Merced, Pichul, Segovia e Inchapo, tierras heredadas de sus padres, lugar que junto a su señora madre y hermanos lo labraron.
La familia
La familia encerraba ejemplos de trabajo y visión, con su bisabuelo materno Miguel Sierra, hombre de heredades agrícolas y, por línea paterna, Manuel H. Terán, de vocación del labrantío en sus propiedades de Latacunga. Su tío y padrino, el profesor Gustavo Guillermo Terán, poseedor de bienes en la parroquia urbana San Miguel, del cantón Salcedo, sector la Tebaida, fue su guía, inculcándole organización y disciplinada en la actividad agrícola, que forjaron el carácter recio de Guillermo.
Travesuras de la niñez y ciclismo
Su niñez estuvo concebida de adrenalina y travesuras, armaba los coches de madera y los lanzaba a velocidad cuesta abajo, desde la plaza del Salto hasta el puente viejo del rio Cutuchi, con la sensación que volaba y, a los diez años llegó el gran descubrimiento, la bicicleta; como no tenía una propia, la alquilaba en un taller del barrio, consiguiendo dinero con ingenio y diabluras por unos minutos de pedaleo, su primera ruta favorita la vía a San Buenaventura, atravesando terrenos del señor Jorge Vásconez.
La pasión por el ciclismo crecía con la misma fuerza con la que su madre intentaba detenerla, la señora Carmen Elisa Sierra temía por los riesgos que lleva pedalear, pero al final su madre cedió ante la evidencia y vendió terrenos para cumplir el sueño de su hijo; -una bicicleta propia-, una joya italiana, color morado, marca Hércules. Ese regalo de su madre llegó gracias a la amistad y futuro faro en el deporte, el señor David Romo Viteri, ciclista y distribuidor de bicicletas Hércules, quien no solo lo animó a competir, le suministró libros referentes como: La Soledad de Anguetil y El Mito de Poulidor, campeones europeos de ciclismo en los años sesenta.
Con apenas trece años, Guillermo debutó en el ciclismo competitivo y, a los catorce años, consiguió ser imparable; seis campeonatos consecutivos en Cotopaxi, venciendo a corredores de renombre, David Romo, Jorge Cuello, Rodrigo “Lluqui“ López y Segundo Muñoz (buenos amigos), entre sus recuerdos vívidos está la ruta Quito–Machachi–Quito, organizada por Sergio Sevilla Flores y José Luis (el Ñato) Recalde, dirigentes del ciclismo de Pichincha, a cortas edades se impuso sobre más de cien ciclistas de Pichincha.
Los triunfos
Circuito Quito – Villaflora, primer lugar; Ruta Ambato – Lasso – Ambato, primer lugar; Carrera Nacional con extranjeros (colombianos y chilenos); tricampeón en la ruta Ambato – Quito; Contrarreloj en Guayaquil, tercer lugar; Circuito Plaza de Toros de Ambato, primer lugar; y, Preseleccionado a la Vuelta a Perú.
A los dieciocho años, se unió al equipo Finalín de Tungurahua, -sin dejar de ser federado a Federación Deportiva de Cotopaxi-, el fundador del equipo Finalín fue el doctor Mogrovejo, comenzó en la ruta Guayaquil – Pedro Carbo – Guayaquil, ahí se midió con los hermanos Zarlenga de Argentina; su talento lo llevó a entrenar en Colombia dos veces al año y a destacar en competencias en la ruta Tulcán – Pasto – Tulcán, Pasto – Túqueres, que alcanzó un segundo lugar; preseleccionado por Ecuador tanto en pista como en ruta y en ambas modalidades consiguió el primer lugar.
Sambito menciona el obsequio y reconocimiento por sus logros de parte del Comité Olímpico Ecuatoriano, una bicicleta de ruta y una de pista, marca Frejus italiana.
Medalla de reconocimiento del Círculo de Periodistas del Ecuador y medalla de bronce en los juegos Bolivarianos
El año 1965 marcó su momento más brillante, representó al país en los Juegos Bolivarianos, logrando el tercer lugar tras recorrer 100 kilómetros en la modalidad contrarreloj, frente a los mejores ciclistas de la región, entre ellos su gran amigo colombiano Martín Emilio “Cochise” Rodríguez (campeón mundial en esa época); en esa selección compartió equipo con Marcelo Santamaría, Víctor Morales, Noe Medina, Oswaldo Mayorga.
Su nombre llegó aún más lejos, le convocaron a la preselección del Ecuador, para llegar a Cuba, donde entrenó un mes en el Estadio Modelo y Estadio Capwell de Guayaquil, con exigentes jornadas dobles, en la mañana ruta y en la tarde velódromo; al mismo tiempo, recibió reconocimientos del Círculo de Periodistas del Ecuador y de la Federación Panamericana de Ciclismo, que lo destacaron como el mejor deportista ecuatoriano en su época.
Podio para Colombia 1°, Venezuela 2°, Ecuador 3°. Guillermo Terán recibiendo medalla de bronce
Un duro golpe de la vida
Sin embargo, la vida le presentó un golpe duro, un accidente en su ruta preferida, Milín – Collas, le provocó una fractura en el radio del brazo derecho y lo apartó de la selección; el sueño de competir en Cuba quedó frustrado, pasó un año en recuperación, más volvió con la misma pasión compitiendo en Élite, entrenaba junto a su hermano menor Héctor Terán Sierra, los Hermanos Terán se convirtieron en símbolo de Cotopaxi, demostrando que el ciclismo más que un deporte, es carácter de vida.
La anécdota que más recuerda Guillermo, sus días como entrenador en un convento católico de la provincia de Los Ríos, cada salida tenía un ritual, antes de iniciar el itinerario, el padre Luis Aborto, vasco, les concedía hostias, -como si cada pedaleada llevaba una oración-.
Alfonso Cunuhay y Guillermo Terán, Quevedo-Ecuador
Otras actividades y el taller de mecánica
La vida de Guillermo no se detuvo en las pistas, los fierros y la mecánica trazaron un nuevo destino, pues el exAlcalde de Latacunga, don Luigi RipaIda, en el año 1970 le dio la oportunidad de trabajar como operador de máquinas en la Central Illuchi No. 1, conocida como la -planta de luz-, puertas que se abrieron al mundo industrial y, Guillermo apostó por crear su propio taller, para lograrlo, no dudó en sacrificar parte de su historia, vendió sus siete bicicletas, repuestos y cachivaches que obtuvo a lo largo de su trayectoria ciclista.; con el respaldo de su señora madre Carmen Elisa Sierra, a quien admira y agradece con devoción, levantó el que sería su taller mecánico industrial, con trayectoria que supera los cincuenta años.
.El “Sambito” Terán, recalca:
-más que títulos o medallas obtenidas dentro de la competición del ciclismo, lo que le define es, su constancia- la misma que lo convirtió en referente, inspiración y memoria viva del deporte provincial, nacional e internacional. Cada vez que una bicicleta avanza en las calles de Latacunga, su espíritu sigue pedaleando en silencio, recordando que la verdadera grandeza no se mide solo en victorias, sino en la huella que se deja en la vida.
Gratitud
Al señor Rafael Sandoval Pástor, por sus crónicas en el diario La Gaceta que resaltaba las hazañas de los hermanos Guillermo y Héctor Terán Sierra; al señor Luis Cajiao Velasco (Jack Oliva), corresponsal del diario El Comercio; al señor Dilo Cevallos Gavilanes, presidente de la Federación Deportiva de Cotopaxi, a los camaradas de ruta Fausto “Chiche” Hervás Carrillo y Segundo Muñoz que prestaban su contingente en la mecánica; al señor Luis Cepeda y al Consejo Provincial y Municipio de Latacunga, suministrando vehículos de apoyo.
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