Emprender puede resultar una aventura fascinante, pero también una experiencia cargada de retos y obstáculos. Y es que emprender no es para todos, requiere tenacidad, perseverancia y una buena capacidad para afrontar y recuperarse de las dificultades; no basta con tener una buena idea, se requiere investigación, inversión, estrategia, trabajo continuo y capacidad de adaptación según las tendencias del mercado. Por un lado, hay quienes deciden iniciar un emprendimiento, motivados por alcanzar la realización personal e independencia, pero también una buena parte de los emprendedores se han lanzado a un negocio como la única alternativa ante la ausencia de empleo y la imperiosa necesidad de tener una fuente de ingresos para subsistir.
Independientemente de las razones, todos los emprendedores anhelan vender, que sus negocios se mantengan con el paso del tiempo y alcanzar la tan ansiada estabilidad económica. A medida que llegan los primeros clientes, también consigo llega la tan odiada y temida competencia. Y es que sobran las razones para estigmatizar a la competencia.
Pedro, por ejemplo, decidió abrir un delicatesen en el frente de su casa con el dinero que recibió de liquidación de su último trabajo. Había notado que no existía un negocio de este tipo en todo el barrio, de hecho, muchos vecinos ante la necesidad de comprar ciertos productos debían ir al supermercado que estaba a varios kilómetros. No era una apuesta segura, pero desde el inicio, hizo todo lo posible para que su negocio tuviera éxito. Se esmeró en encontrar los proveedores adecuados a los mejores precios, invirtió en estantes, frigoríficos, luminaria y hasta un bonito rótulo de madera. Se lanzó con nerviosismo, pero también con mucho entusiasmo a la aventura de emprender. Aparecieron los primeros clientes y poco a poco su negocio fue creciendo, añadió nuevos productos e incluso consideró expandir su local que le iba resultando pequeño.
Cierto día, se dio cuenta que un vecino realizaba trabajos en el frente de su casa. Imaginó que iniciaría también un negocio, quizá una verdulería, una carnicería, una panadería o una farmacia… eran negocios que hacían falta en el barrio. Cuál sería su sorpresa al ver que también se trataba de un delicatesen: diferente nombre, pero con los mismos productos, mismos proveedores, el mismo rótulo de madera, pero precios mucho más bajos. Evidentemente, los otros vecinos cautivados por las ofertas del nuevo negocio, dejaron de ir a su delicatesen. Pedro sabía que bajar los precios significaba un suicidio, por lo que intentó cambiar de estrategia. Decidió ofrecer aquellos productos que tanto hacían falta en el barrio como pan, carnes y verduras. A los pocos días su vecino hacía exactamente lo mismo, pero a un precio inferior. Aquella pugna diaria de ofertas y precios cada vez más bajos, resultaban insostenibles por lo que Pedro decidió dar un paso al costado, cerrar y enfocar su atención a otra actividad. Sorprendentemente, después de unos cuantos meses el negocio del vecino también cerró; los precios eran tan bajos que, aunque fuera un día con muchos clientes, no representaba ganancias. En el afán de tener un mayor margen, decidió bajar la calidad de sus productos, algo que fue evidente y los vecinos prefirieron volver al supermercado. Al final, todos perdieron.
Visto desde esta historia, cuando la estrategia es repetir exactamente lo mismo que el otro a un precio inferior, la competencia resulta una amenaza para su propio emprendimiento y el de los demás, adicionalmente deja convencidos a los clientes y hasta cierto punto “mal acostumbrados” a exigir precios cada vez más bajos.
Sin embargo, cuando la competencia aparece con una propuesta diferente, con su propio estilo, coherente a sus precios y a la calidad de los productos y servicios; puede resultar una experiencia que motive a la mejora de ambas partes e incluso impulse a descubrir nuevas alternativas en el mercado. Competir no se trata de batallar, copiar al otro y esperar que le vaya mal. Ya se tiene suficiente con la falta de apoyo de las “instancias responsables”, la pila de permisos y trámites sin sentido, la inseguridad y muchos otros detalles que afectan a diario a los emprendedores. Es un tema de apoyarnos y motivarnos unos a otros, al fin y al cabo, detrás de cada emprendimiento hay esfuerzo y por sobre todo el anhelo de subsistir.