Camino a la salvaguardia

Camino a la salvaguardia

La brisa de una mañana andina acompañó la voz firme y segura de Felicita Heredia, consultora independiente, quien asumió un encargo trascendental: coordinar el equipo técnico que elaboró el Plan de Salvaguardia para la fiesta del Príncipe San Miguel. Esta celebración, profundamente arraigada en el alma del cantón Salcedo, fue reconocida en 2018 como Patrimonio Cultural del Ecuador en calidad de manifestación de interés, pero aún faltaba un peldaño mayor, su inclusión en la lista representativa del patrimonio cultural intangible del país. Para lograrlo, era indispensable un estudio técnico, riguroso y, sobre todo, profundamente humano.

Heredia, con más de una década de experiencia en trabajos relacionados con el patrimonio cultural, no asumió sola esta tarea. Fue acompañada por un equipo multidisciplinario cuidadosamente seleccionado para cumplir con las exigencias tanto del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural como del GAD Municipal de Salcedo. La convocatoria, adjudicada a inicios del año, fue producto de un proceso transparente que incluyó una propuesta técnica y económica que se ajustó a todos los requerimientos institucionales.

El equipo estuvo integrado por profesionales de distintas ramas. Fabián Saltos Coloma, antropólogo, aportó el enfoque etnográfico para comprender el simbolismo y la ritualidad presentes en la festividad. La comunicadora social Rina Artieda se encargó de registrar los relatos orales y las memorias vivas de los portadores. Alex Velasco, diseñador gráfico y fotógrafo, tuvo la responsabilidad de captar la esencia visual de la fiesta, mientras que el historiador salcedense Wilmo Gualpa aportó su conocimiento profundo del pasado local, su archivo personal y su cercanía con los actores tradicionales.

A este grupo se sumaron personas encargadas de logística, transcripción y apoyo en campo.

El trabajo no se limitó a informes y documentos. El verdadero corazón del proyecto estuvo en las calles, en las plazas, en los hogares donde la memoria de San Miguel seguía viva. El equipo recorrió los distintos barrios del cantón, entrevistó a priostes, músicos, artesanos, bailarines y devotos. En cada conversación encontraron fragmentos de historia, herencias orales, testimonios cargados de emoción y orgullo.

Uno de los momentos más significativos del proceso fue la visita a la Unidad Educativa Cristóbal Colón. Allí, desde hace más de doce años, se venía replicando la festividad en el contexto escolar como una estrategia para fortalecer la identidad cultural entre las nuevas generaciones. Estudiantes, padres de familia, docentes y autoridades se involucraban activamente en la organización de esta fiesta, que incluía procesiones, danzas, vestimentas tradicionales y el simbolismo del Príncipe San Miguel como figura protectora.

Para el equipo consultor, esta experiencia fue reveladora. Más allá de ser una actividad pedagógica, se trataba de una práctica viva que evidenciaba la continuidad y adaptación de una manifestación cultural en un entorno moderno. Heredia lo destacó como un ejemplo claro del principio de transmisión intergeneracional que todo patrimonio intangible debe cumplir.

El trabajo de campo se extendió entre 100 y 120 días, tiempo durante el cual se aplicaron metodologías cualitativas como la observación participante, entrevistas semiestructuradas y revisión de documentos históricos. A lo largo del proceso, también se articularon espacios de diálogo comunitario para validar la información y recoger aportes de los propios actores involucrados en la fiesta.

Pero el proceso no terminó ahí. El equipo dedicó semanas adicionales a la redacción del documento final, que debía cumplir con parámetros técnicos rigurosos establecidos por la normativa patrimonial ecuatoriana. Además, se incluyó una propuesta de medidas de salvaguardia orientadas a garantizar la sostenibilidad de la manifestación en el tiempo. Entre ellas, se propuso fortalecer los procesos de enseñanza en instituciones educativas, promover la formación de jóvenes en oficios tradicionales relacionados con la festividad, y establecer un comité de gestión comunitario para liderar las acciones futuras.

La coordinación con el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural fue constante. Heredia explicó que, al tratarse de una gestión interinstitucional, los tiempos debían ajustarse a procesos de revisión, retroalimentación y aprobación. Por ello, el cronograma general se extendió a 150 días, contemplando también la posibilidad de ajustes y observaciones técnicas durante el proceso.

El trasfondo de todo este esfuerzo era claro: si la fiesta del Príncipe San Miguel lograba ser incluida en la lista representativa del patrimonio cultural, no solo se reconocería oficialmente su valor simbólico e histórico, sino que también se abrirían nuevas posibilidades de apoyo estatal, financiamiento y políticas públicas para su conservación.

Durante todo el proceso, Felicita Heredia y su equipo no solo actuaron como técnicos, sino también como aliados de una comunidad que ha luchado por mantener viva una tradición frente a los embates del tiempo, la migración y la globalización. En sus palabras, “este estudio fue más que un encargo profesional. Fue un homenaje a la gente que, año tras año, mantiene viva la llama de San Miguel con fe, música, danza y memoria”.

La entrega del Plan de Salvaguardia marcó un hito importante en el camino hacia la declaratoria representativa. Sin embargo, los verdaderos protagonistas siguen siendo los hombres y mujeres de Salcedo, quienes con sus manos, sus voces y sus corazones han dado vida durante generaciones a una fiesta que no solo pertenece al pasado, sino también al futuro de la identidad cultural ecuatoriana.

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