Siempre se ha dicho que el cliente tiene la razón, pero hay ocasiones en que éstos rebasan los límites de la coherencia y el respeto. Está claro que emprender no es una tarea sencilla; requiere perseverancia, esfuerzo, dedicación, coraje para afrontar las dificultades… Los emprendedores tenemos que lidiar con un sin número de desafíos, más aún cuando nos formalizamos: permisos, papeleos, impuestos, trámites burocráticos, la competencia informal. Y es justamente por ello que nos resulta incómodo cuando los clientes nos piden rebajas exorbitantes y tratos especiales.
A este tipo de compradores, los he llamado los “regateadores”. Aquellos que no dan valor al trabajo, el tiempo y todos los recursos que invertimos en cada producto o servicio que ofrecemos, porque lo único que les interesa es sacar ventaja. Pues sí, lamentablemente, están convencidos que por el hecho de comprarnos pueden exigir más de la cuenta. Carecen de cualquier sentido consideración y no tienen vergüenza en pedir rebajas de hasta el 50% del precio original. Otros, en cambio, solicitan descuentos y regalos con la promesa de comprar al por mayor, sin embargo, terminan adquiriendo una cantidad mucho menor y aun así siguen reclamando aquello que se les ofreció en un principio.
Lo peor de todo es que muchos emprendedores en la desesperación de vender, sucumben a tales exigencias y como consecuencia este tipo de clientes toman costumbre. ¡Ay de aquellos que les digan que no! Los regateadores se molestan, prometen no volver y cuando tienen oportunidad hablan mal de aquellos emprendedores, incluso, hacen llegar su malestar en las redes sociales.
Lo más irónico de los regateadores es que cuando van al mall, supermercados, franquicias y tiendas de marca; pagan sin chistar. ¿Por qué entonces si son capaces de pagar el precio que corresponde a las grandes cadenas, no pueden hacer lo mismo que aquellos emprendedores que recién empiezan?
No está por demás mencionar que un buen número de los emprendimientos surgen por motivación, y desarrollo personal, pero también otros surgen por necesidad. Está la madre soltera que, a pesar de contar con un trabajo fijo, el dinero no le alcanza, necesita otra fuente de ingresos y vende ropa. El padre que no encuentra trabajo y empezó un negocio de empanadas. El joven que necesita pagar sus estudios y ofrece clases particulares de matemáticas. Aquel hombre con cáncer que vende sus fotografías para poder pagar su tratamiento…
Los clientes son quienes hacen esto posible, pero los regateadores retrasan y subestiman el trabajo y tiempo que hay detrás de cada producto o servicio. Porque, aunque los regateadores justifiquen sus reclamos con “sólo son un par de centavos”, en la historia de un emprendedor cada centavo cuenta.
No es un tema de sacar provecho sino de respetar y pagar lo que vale. Recordemos que detrás de cada emprendimiento hay una historia de sacrificio, un sueño por cumplir, una necesidad por cubrir, una familia por alimentar…